A través de infinidad de imágenes y
esfuerzos artísticos, el hombre ha buscado paliar su finitud, su
pequeñez ante lo inasible e inexorable del tiempo, y ante la
materialidad de las distancias. Así parió civilizaciones y
barbaries.
Uno de los más luminosos esfuerzos del
hombre y su fragilidad, es la poesía. Sí, amigo lector, la poesía.
Ese esfuerzo descomunal del espíritu del hombre de darle
trascendencia a su sentir, a su existir, a su doler y a su gozar, de
darle vuelo al lenguaje que se transforma por obra y gracia del
poeta en un hecho trascendente, un ejercicio del espíritu y del
intelecto. En la vital sensibilidad compartida.
Así las cosas, el poeta nos va
contando con palabras nuestras, las cosas propias, y las hace de
todos. Porque si bien cada hombre es individual, tallado en sus
vivencias y en sus deberes culturales, cuando deviene poeta, suma al
fogón de la vida de todos su propio ser, su propia luz, para que
brille un poco más la vida misma, la vida en común que nos hace
humanos.
Jorge Lacuadra trae a nuestro fogón un
puñado de poemas universales, herederos respetuosos y prolíficos de
voces mayores de la tierra grande de la palabra castellana. En sus
versos reconocemos, con un guiño, a César Vallejo y sus heraldos, a
Borges y su mitología, al canto popular de trovadores y caminantes,
la interminable sucesión y superposición del asombro de las gentes
ante el mundo, ante el tiempo, ante la Historia.
Porque la poesía es a la vez la mirada
y la sensación, el gesto y su impresión, el idioma y sus fronteras.
Instantes
en tus fotografías
El sabor siempre
bienvenido del venenoso café.
La magia del fuego que
idolatra tus pies pequeños.
El fantasma níveo y
vivaz que se esconde en el gazebo.
La postergación de las
agendas dormidas sobre el mantel.
Los infames cangrejos
rojos en la verticalidad de las puertas.
Me gusta más este
sueño en inglés: Jonathan Livingston Seagull.
Tu baile a escondidas
como un hada en el borde íntimo del camino.
La Kabbalah de los
innumerables y siempre negros, ojos del dominó.
Tus piernas y tus dedos
que examinan el perfume marino del horizonte.
La espera ensayada mil
veces del rayo verde del atardecer y su fútil muerte.
El ácido del pequeño
limón en ese pisco “sour”, y sus lágrimas de angostura.
Tu silueta, que
involucra el sueño en ese mar que es la piel de tus pensamientos.
Lector
minucioso y vasto, Jorge Lacuadra es un artesano de la palabra que
aprendió a mirar, y a acompañarse de otros caminantes que hacen a
nuestro patrimonio común de curiosos andariegos de la palabra.
Editorial LUNA DE MARZO tiene el íntimo orgullo de poner en sus
manos este volumen, Distancias Oceánicas, una paleta delicada
y representativa del trabajo y el talento de un poeta inédito, que
merece ser leído con la calidez de alguien que honra el oficio y
alimenta la luz del fogón de todos.
Que
lo disfruten.