La literatura es, inevitablemente,
testimonio de una época, la época que ha vivido el autor. Que ha
vivido, mirado, amado, sufrido, sentido, masticado el autor a lo
largo de su existencia. Y la obra de un escritor es su diario de
viaje interior y vital a lo largo de ese mundo.
Eso es lo maravilloso de la poesía, la
paleta de sensibilidades que nos despliega al leerla, la variedad de
sentidos, la sutileza de la mirada, el fervor de la idea, el ardor o
la placidez del sentimiento.
Roberto Corvalán Posse, como él mismo
lo expresa en una misiva que a nosotros nos sirve como parte del
prólogo, sentía el dolor de un mundo que apenas permitía ser
poeta, apenas dejaba andar por las cosas con la mirada abierta y la
sensibilidad encendida. Así que, como hacen los que no pueden dejar
de ser lo que son, el artista se refugió en las pequeñas cosas
cotidianas, para dar su testimonio de la vida que iba transitando.
Muestra de ello es el poema que da título al libro, un soneto que es
una instantánea de un momento y de un lugar, únicos e irrepetibles.
Y además, es un testimonio del amor de un hombre de letras, leídas
y escritas, que se aviene a vivir en esos términos, así:
EN VOZ BAJA
Un arroyo sonriente y cristalino,
alguna paz de aljibe y de alameda
y con melancolías de arboleda,
un descanso sin nombre, cantarino.
Y tú a mi lado con tu risa leda,
vocinglera de amor en desatino,
y tu mano jugando en torbellino
como los niños que huyen la vereda.
Nada más que esto; luego la frontera
sin límites de espacio y de premura,
del antiguo sillón que nos espera;
después un libro, y siempre la
ventaja,
de aprender en su límpida escritura,
como seguir amándote en voz baja.
Y en su poesía están además sus
amigos, y la íntima admiración que les profesaba, están sus
expectativas, ante los amores y ante los sueños, ambos a veces
realizados a medias. Y están sobre todo sus búsquedas interiores,
la sensación de no ser, la parcial percepción de la existencia, la
intuición de todo lo que está afuera y de la finitud del tiempo del
que disponemos.
Párrafo aparte merece el dominio de la
técnica. En tiempos de verso libre e ilimitado, parece un esfuerzo
estéril el trabajo de la rima y la métrica. Pero para quienes,
lectores, recorrimos la poesía castellana, en el arte del soneto, en
el andamiaje firme de la métrica y de la rima, se esconde también
la historia del idioma. Y la poesía de Corvalán Posse tiene ese
matiz, el del poeta que homenajea a aquellos que lo alimentaron desde
la lectura, plantando también él como autor, cara al desafío de
dominar la técnica. Y lo logra, y lo transmite.
Este libro es una colección de poemas
disímiles, como un álbum de fotos familiar que se guarda
celosamente, y que conserva las imágenes más entrañables, que
solamente mostramos a los seres queridos y respetados. Ese álbum
llega ahora a sus manos. Esperamos, sinceramente, que lo puedan
disfrutar.
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